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Todos tus líderes huyeron;
    se rindieron sin ofrecer ninguna resistencia.
Los habitantes trataron de escabullirse,
    pero también fueron capturados.
Por eso dije: «Déjenme a solas para llorar;
    no intenten consolarme.
Déjenme llorar por mi pueblo
    mientras presencio su destrucción».

¡Oh, qué día de derrota tan aplastante!
    ¡Qué día de confusión y de terror
enviado por el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    sobre el valle de la Visión!
Las murallas de Jerusalén han sido derribadas
    y gritos de muerte resuenan desde las laderas de los montes.

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